En medio del conflicto armado, el municipio antioqueño de Caicedo enfrentó durante años la crudeza de las acciones perpetradas por las Farc-EP: asesinatos, extorsiones, secuestros y tomas armadas.
Pero fue el robo sistemático de los camiones cargados de café —base económica de la región— lo que llevó a sus habitantes a dar un paso al frente y romper el silencio.
Ese gesto de valentía ciudadana recibió, en abril de 2002, el respaldo del entonces gobernador Guillermo Gaviria y su consejero de paz Gilberto Echeverri, quienes decidieron acompañar la marcha civil pacífica como símbolo de rechazo a la violencia.
No obstante, ambos fueron secuestrados en el camino por la guerrilla y, un año más tarde, asesinados junto con ocho miembros del Ejército Nacional durante una fallida operación de rescate.
A pesar de la tragedia, Caicedo no retrocedió. Su comunidad continuó manifestándose en las calles, aferrada al mensaje de No Violencia. Con el tiempo, esta persistencia dio fruto: se consolidó una mayor presencia institucional, se reconstruyó el tejido social y regresó la tranquilidad al municipio.
Hoy, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) reconoce a Caicedo como un símbolo de resistencia civil y dignidad. Su historia se mantiene viva como lección para el país: frente a la violencia, la paz también puede ser una forma de lucha.