Con la celebración hoy del Miércoles de Ceniza, fecha que da inicio a la temporada de cuaresma que tiene un especial significado para la Iglesia Católica, el obispo de la Diócesis de Yopal monseñor Edgar Aristizabal envió un mensaje de unión a toda la comunidad en general.
El religioso invitó a que este ritual no quede en un signo externo de fe, sino que permita al pueblo creyente reconocer, primero que Dios nos ha llamado a la vida y segundo que nos invita a amar al prójimo.
Es por ello que se hace necesario sanar el corazón, entendido como un llamado al perdón, a la aceptación del otro como un ser distinto, pero con los mimos derechos que nosotros.
Solo de esta manera se puede dar un paso en el sedero de la paz y la reconciliación, en un país que se encuentra dividido, un departamento que sufre y una ciudad que lamenta la muerte de tantos seres queridos, así como el número de hogares divididos.
“No podemos seguir así. Hay que cambiar. La cruz es signo de amor”, precisó monseñor, quien además explicó que en medio de esta temporada cuaresmal los feligreses pongan en práctica un lema muy sencillo, propuesto por la Diócesis. “Levántate y ponte en camino”. Frase que se resume en seguir a Jesucristo.
Recordó igualmente el mensaje del papa Francisco de dejar las esclavitudes impuestas por el pecado. “No podemos seguir dependiendo de una tentación o de una debilidad. No podemos seguir odiándonos y despreciando al hermano. Necesitamos cambiar”, resaltó el obispo de la Diócesis de Yopal.
Ante el sacrilegio perpetrado el pasado 19 de junio, al sagrario del oratorio San Juan Pablo II de la capital departamental, la Diócesis de Yopal excomulgó a los autores de esta afrenta.
La medida de orden religioso fue firmada por el obispo Edgar Aristizábal Quintero.
Para la Iglesia la comunión es lo más sagrado y la suma de toda la fe católica, por eso quien arroje por tierra los elementos sagrados, se los lleve o los retenga, incurre en una excomunión latae sententiae (amplio sentido).
Por el momento el sagrario permanecerá cerrado, hasta que el obispo diocesano realice una ceremonia de reapertura, como acto de desagravio.