Anoche, hacia las 8 pm, falleció en el Hospital Regional de la Orinoquía, Carlos Ramos Cabrera, gran llanero poseedor de grandes saberes de la llaneridad y quien en la última etapa de su existencia se dedicó al arte de las artesanías llaneras trabajando el totumo, el cuero de res, la crin de caballo, el cacho y la madera en el municipio de San Luís de Palenque, logrando descollar como gran artesano preponderancia que lo llevó a representar al departamento de Casanare  en eventos nacionales e internacionales de artesanías.

El bailador de joropo criollo, el caporal y becerrero, el amansador de caballos, el defensor de nuestra identidad cultural, se fue a cabalgar horizontes y a tejer marotas en el cielo.  Carlos Ramos es otra de las tantas víctimas que ha dejado la pandemia del coronavirus en Casanare. La academia de Historia Ramón Nonato Pérez, exalta su memoria y lamenta su partida.  

El siguiente relató es tomado de la entrevista realizada a Carlos Ramos Cabrera, el 20 de febrero de 2009 en el municipio de San Luis de Palenque Casanare.

LA BOLA DE FUEGO, A MÍ ME PERSIGUIÓ

Una vez estábamos trabajando en el hato La Candelaria, cuando se trabajaban 60 días o sea 2 meses de trabajo de llano, con 60 hombres; le pedí permiso al caporal, para ir paso rial de Guanapalo; era en un mes de abril; el caporal me dijo: “claro pero mañana tiene que estar aquí a las 4 de la mañana a la hora de la rematada de la gente, vaya amarre un caballo de esos y váyase; y mañana esta madrugado”; cené, monté y me fui para el paso rial; cuando llegue a Mata Brava, que en esa época no había casa sino que era una mata sola, cuando acordé vi una luz, que se subía y se bajaba.

Me dije ¿y esta vaina? ¡Bueno de todas maneras es la bola de fuego y yo voy pa´ donde voy! Me fui adelante, y cuando acordé me llegó; iba atrás de mí; pasé la mata, miera pa´ tras y esa luz, esa bola de candela iba atrás mío, muy cerca; me había dicho mi papa, que cuando a uno lo perseguía una bolefuego, no había que rezar, si no maldecirla y decirle malas palabras, y si cargaba un rejo ponerlo de rastra, y coger el cuchillo así entre los dientes porque la bola de candela, llegaba hasta donde alcanzaba el rejo, si eran 19 a 15 metros que hasta ahí llegaba, pero no llegaba más adelante ni le hacía nada; me acorde de esa vaina y dije: ¡No. yo voy es pa´lante! cogí ese rejo de rastra y lance la cabeza y pa´ tras, me persiguió hasta el sitio llamado Ceilán; ahí en Ceilán se desapareció, de pronto, recogí mi rejo, llegué donde habían dos casas, y dije ya pasó esta vaina; seguí mi camino y cuando ya me retiré de las casas, que había que pasar el caño, vi la bola otra vez dando botes atrás mío; dije ahora sí esta vaina se complicó; entonces, solté el rejo otra vez y mi cuchillo lengua de oso lo prensé  con los dientes y le dije a la bolefuego: ¿esta gran tal por cual que quiere que le dé una tarea de fuete o cuchillo pa´ que no me joda?; así.

Porque los abuelos decían que no hay que rezar sino maldecirlas; seguí porque iba solo; más pa´ arriba se desapareció cuando empecé a llegar cerca de las casas. Como tenía que madrugarme otra vez pa´ tras, pa´ la Candelaria, aperé a las tres de la mañana después de tomar café, me persigné y me dije: “con Dios en la silla y el diablo en anca y vámonos” y monté y me fui a trabajar llano.  

Publicado en CN

 

 

  

  

    

 

      

 

 

 

 

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