Lunes, 14 Febrero 2022 04:26

Una salida a la vía a Orocué (Opinión)

Una vez demostrado que no hay un solo peso para la vía Orocué en el presupuesto nacional de este año, es necesario tomar  medidas para que la Nación transfiera a corto y mediano plazo los mencionados recursos para tal fin.

A mediados del año pasado, el Conpes 4039 de 2021 recomendó que esta vía se financiara con vigencias futuras, pero infortunadamente  los congresistas casanareños no aprovecharon que inmediatamente después inició la discusión del proyecto de ley del Presupuesto General de la Nación, en donde podían haber incluido la respectiva partida para la mencionada Vía Orocué.

Una de mis prioridades como entrante Representante a la Cámara por Casanare - Dignidad 103- es incluir lineamientos y recursos en el Plan Nacional de Desarrollo, para la construcción de corredores viales principales, secundarios y terciarios, incluidos los 100 mil millones de pesos en vigencias futuras para  la vía Barquereña - Orocué.

De todos modos, la inclusión en el Plan Nacional de Desarrollo y la posterior inclusión en un Conpes -como lo anunció con bombos y platillos la Senadora Amanda González- no es suficiente para materializar estos recursos para la vía Orocué, porque la ultima instancia es la inclusión anual de las mismas en cada Presupuesto General de la Nación, aún más cuando el Conpes fija que el desembolso de los cien mil millones de pesos -a través de vigencias fiscales- se debería adelantar desde este año hasta el 2027.

Al ser designado un congresista casanareño como ponente del Presupuesto General anual de la Nación -siendo miembro de las Comisiones Económicas- se garantiza la inclusión anual de estas vigencias futuras, lo que refuerza la validez del famoso convenio interadministrativo entre Gobierno Nacional - Administracion Departamental - Alcaldía Municipal, y que ha quedado en "veremos" porque este año se esperaba infructuosamente recibir con el presupuesto nacional una suma total de 9 mil millones de pesos.

Coletilla:  Este 16 de febrero a las 5 de la tarde en Unisangil de Yopal, viene el "debate de debates" para candidatos a la Cámara por Casanare, con la participación de diversos medios radiales y digitales del Departamento  -incluidos La Reportería y Violeta Estéreo- en donde expondré el como incluir a Casanare en la próxima agenda legislativa.

* Candidato a la Cámara Dignidad # 103.

 

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Una manera  fundamental para reactivar la economía de Casanare, es declararlo como Zona Económica y Social Especial (ZESE), que permita a la mediana  y pequeña empresa acceder a una serie de beneficios y alivios tributarios.

Y precisamente se convierte en uno de los pilares fundamentales de mi propuesta legislativa "Experiencia en el Congreso", porque he participado en el proceso de inclusión de esta figura tributaria en el pasado Plan Nacional de Desarrollo (Artículo 268 de la Ley 1955), en donde fue asignado a los Departamentos de Guajira, Norte de Santander y Arauca, en coordinación con las Cámaras de Comercio de estos Departamentos.

La declaratoria de un ZESE para Casanare significa que en los próximos 5 años el pago de renta y retención en la fuente  se reduce a cero, y en los 5 años se reduce a la mitad de la tarifa original de estos dos impuestos, lo que sin duda sería un paso importante para que en el Departamento se estimule el aparato productivo y se genere más y mejor empleo, como también atraer la inversión nacional y extranjera.

Estos beneficio tributarios están dirigidos específicamente a la actividad industrial, comercial, agropecuaria y turística, incluido el novedoso ecoturismo de los jóvenes, siempre y cuando sean empresas que generen movimiento económico en el Departamento y demuestren una escala ascendente en la generación de empleo (estas empresas debieron ser constituidas antes del ZESE, o tres años después del mismo).

Coletilla: Propongo a la Cámara de Comercio de Casanare convocar  a todo el sector productivo del Departamento -incluidos los establecimientos comerciales- que permita construir entre todos la estructura de este ZESE, como sustentación para que sea acogido como artículo nuevo en el próximo Plan Nacional de Desarrollo, siendo ésta una de las tantas medidas que necesitamos para reactivar la economía de nuestro Departamento.

* Candidato Cámara Casanare -  Dignidad 103

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Crónica testimonial de lo que fue un episodio de pánico en el capitolio a causa de un accidente que dejó un obrero muerto en sus instalaciones a finales de los 90

A finales de los noventa, un repentino estruendo suspendió las actividades del Edificio Nuevo del Congreso, lo que nos dejó por un par de segundos enmudecidos y paralizados a los miembros de la Unidad Legislativa del entonces Representante cristiano casanareño Maximiliano Soler, quien salió de su despacho privado y con su voz bondadosa nos pidió que guardáramos la calma, lo que no impidió que saliera en “polvorosa” de la oficina y en el corredor del sexto piso le preguntara a las señoras del aseo sobre el origen de aquel descomunal ruido.

El Edificio Nuevo del Congreso fue inaugurado a finales de los setenta por el Presidente de la República Julio César Turbay Ayala, con el fin de ubicar las Comisiones Constitucionales Permanentes -que discuten y aprueban en primer debate los proyectos- y casi el total de oficinas de senadores y representantes-convirtiéndose en una construcción contemporánea de siete pisos -con dos plantas y un gigantesco sótano- que en su interior está forrada en mármol y en el exterior desafía con dignidad la imponencia del Capitolio Nacional y la Casa de Nariño, al lucir una fachada en piedra -amarilla y escarchada- con cientos de ventanas polarizadas, que están separadas por columnas verticales que atraviesan de arriba a abajo la fachada, en donde con mucho orgullo puedo decir que han transcurrido más de veinte años de mi vida, cuando a mediados de los noventa entré como funcionario a la envidiable y añorada edad de 24 años -como lo atestigua una foto que me tomó el viejo “Sammy” en la Plenaria de la Cámara- teniendo ahora la sensación de que la vida es tan solo un instante y que se nos va tan rápido como el fuerte caudal de un río.

Una bomba, una bomba, una bomba –me respondieron con angustia y desesperación las señoras del aseo, quienes huían sin rumbo o entraban sin pedir permiso a las oficinas- lo que fue suficiente para que siguiera corriendo por el pasillo y bajara por las amplias escaleras en mármol, alertando de lo ocurrido a quien me encontrara en el camino, consiguiendo que al llegar al tercer piso -frente al recinto de la Comisión Primera de la Cámara- me siguiera una verdadero “pelotón” de funcionarios, quienes corriendo me preguntaban a gritos que por favor les contara en donde había estallado la bomba, a lo que les respondía sin parar que lo más importante era salir cuanto antes del edificio, porque era muy posible que se vinieran más y más detonaciones, como ocurría en las cientos de películas de acción que protagonizaron en los ochenta Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone.

Al llegar a los últimos escalones del primer piso en el costado sur -sin dejar de gritar a lado y lado “una bomba, una bomba”- se me plantó de frente un “grandulón” de la Policía Nacional y me paró con un empujón leve pero firme en el tórax, preguntándome en tono fuerte y molesto: ¿Qué le pasa? ¿cuál bomba? ¿se volvió loco?

En ese preciso instante entendí que seguramente me había acelerado, que la alarma de bomba no era más que el fruto de mi imaginación -condimentada con la versión errónea de las señoras del aseo- que acababa de protagonizar el “oso” más descomunal de todos los tiempos en el Congreso, y que seguramente me podía ganar un llamado de atención de control interno de la Cámara de Representantes -lo que afortunadamente nunca ocurrió, pero que no evitó durante varios meses el señalamiento entre risas y asombro de quienes me veían en las sesiones de las Comisiones o en los pasillos a la hora de salir a almorzar.

Al sentir a mis espaldas la molestia que tenían conmigo los funcionarios que me seguían -quienes escucharon al “Grandulón” desmentir con vehemencia mi escandalosa alarma de una bomba en el Congreso- no me quedó otro camino que marcharme “con el rabo entre las piernas”, atravesar el amplio corredor de mármol gris y tomar al frente las escaleras del costado norte para devolverme a la oficina, preguntándome una y otra vez qué había ocasionado semejante estruendo, por lo que me apresuré algo molesto a indagar a las señoras del aseo cuando llegué al sexto piso, quienes se negaban a responder mientras reactivaban en silencio sus diferentes labores de limpieza.

Una de ellas paró su actividad de un momento a otro y me señaló con la mano una de la ventanas polarizadas del corredor -que daba al interior de la fachada en piedra del edificio- a lo que sin decir nada me aproximé hasta ese lugar y aterrorizado vi al fondo, en el suelo, el cadáver de un obrero joven trigueño que yacía boca arriba, quedando en su humilde rostro una expresión de impotencia y angustia, siendo aún más dramática la escena cuando constaté detenidamente su humilde y desgastada vestimenta.

Aquel hombre se encontraba casi sobre el quinto piso, en la parte de afuera -al frente de la fachada- pintando con un compresor esa área de la construcción, con tan mala suerte que falló una de las guayas del andamio y se desplomó en cuestión de segundos sin poder evitarlo, ocasionando además que el tanque del compresor estallara al caer, lo que ocasionó entonces el mencionado estruendo, que las muchachas del servicio confundieron con el estallido de una bomba, que ocasionó mi angustiosa salida de la oficina y mi maratónica carrera por escaleras abajo -cuando los asesores de la Unidad de Trabajo Legislativo revisábamos la ponencia de una modificación a la ley de regalías, en donde el Representante Maximiliano Soler logró que las regalías del gas de Cusiana, Cupiagua, Pauto, Floreña y Volcanera, mantuvieran una participación fija del 20 por ciento, y que curiosamente nadie le quiso reconocer en Casanare ese tremendo acierto al entonces legislador cristiano.

Un dato para tener en cuenta es que ese trabajo de lavar y pintar la fachada en piedra del interior del Edificio Nuevo del Congreso, fue uno de los cientos de contratos innecesarios que se inventó hace veinte años el entonces Presidente de la Cámara Armando Pomárico, para justificar con alarmantes sobrecostos el gasto de más de cinco mil millones de pesos -una suma astronómica en ese entonces- que finalmente lo llevó a la cárcel con los otros miembros de la mesa directiva -aunque posteriormente fue absuelto uno de los vicepresidentes- y que se conoció tristemente como el célebre “Pomaricazo”, lo que tuvo como consecuencia que una iniciativa legislativa le quitara a la mesa directiva ciertas facultades como ordenador del gasto, buscando así criterios mucho más técnicos y eficientes en la inversión de los recursos del presupuesto del Congreso.

Coletilla: Al regresar a la oficina, encontré en la puerta al Representante Maximiliano Soler, quien estaba bastante molesto y aterrado conmigo por “la falta solidaridad con sus compañeros... Cómo así que sale corriendo como una cabra sin importarle la suerte de nadie”, me increpó.

Lo siento, don Maximiliano -le contesté- en ese momento de efervescencia y calor pensé en el sabio pero cuestionable refrán “Sálvese quien pueda”.

Publicado en CN

 

 

  

  

    

 

      

 

 

 

 

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