Jueves, 21 Septiembre 2023 07:55

El general en su laberinto de imprecisiones

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Allí estaba rigurosamente vestido de blanco impoluto, el mismo color de la inocencia de las víctimas que miserablemente asesinaron, durante esos oscuros años de atrocidades ordenadas desde la Brigada XVI del Ejército, durante el periodo 2005 -2008.

Era el mayor general en retiro William Torres Escalante, quien revisaba una y otra vez unas hojas de papel, que tenía en sus manos. Como estudiante aplicado que lee sus apuntes preparándose para un examen, leía y subrayaba seguidamente el escrito.

Estaba ubicado en primera fila. En el costado derecho, del espacio reservado para ese grupo de militares retirados. Ellos habían llegado a Yopal para contar toda la verdad, sobre esos homicidios con cuya sangre se escribió el capítulo más truculento, de la historia reciente de Casanare.

Todos querían escucharlos. Los magistrados de JEP, los periodistas, pero sobre todo los familiares de las víctimas, en su mayoría ansiosos por obtener respuestas concretas, al cúmulo de interrogantes, que por más de una década les ha robado la tranquilidad.

El salón Quiripa fue el escenario. Un auditorio con un espacio tan amplio que fue dispuesto para albergar en un solo lugar, toda la verdad, salida de los testimonios de los victimarios, pero también el dolor, la indignación y toda clase de sentimientos encontrados, producto de las historias escalofriantes, narradas en primera persona por sus protagonistas.

En esta audiencia pública de la JEP, programada para conocer toda verdad sobre las ejecuciones extrajudiciales, cometidas por un militares adscritos al Brigada XVI de Yopal y conocidas popularmente como falsos positivos.

Uno a uno oficiales y suboficiales retirados fueron confesando sus crímenes. Algunos guardaban silencio por cortos periodos y respiraban profundo, quizá porque sabían que era necesario soltar toda esa carga de culpabilidad que pesaba sobre sus conciencias.

Las horas y minutos se hacían eternas esperando escuchar la confesión del militar de más alto rango, el general Torres Escalante. Al fin le llegó el turno de hablar. Sin mayores sobre saltos subió al atril y comenzó a contar su versión de los hechos.

Cabizbajo por algunos momentos, pero de mirada fija, su rostro soslayó cual insurrección del lenguaje no verbal, el mismo que da señales claras sobre lo que estaba pasando al interior de la mente humana.

En su intervención de más de una hora, el general reconoció que su responsabilidad se enmarcó dentro de los límites de la exigencia a sus subordinados, para que entregaran resultados traducidos en muertes en combate.

Cubrió con un manto de imprecisiones los señalamientos que pesan en su contra, como determinador y ordenador de varias de esas muertes. Homicidios de personas indefensas, algunas de ellas amarradas y torturas, antes de ser ejecutadas.

En otros casos las víctimas eran incluidas a la fuerza en falsos operativos, para camuflar la barbarie que cometían. Una de estas historias fue narrada por uno de los victimarios.

El infame escenario fue un punto en la zona rural de Tame (Arauca). Contó que cuando era necesario saltaban los límites de su jurisdicción, para ir en busca de sus víctimas.

En este caso concreto, narró cómo un grupo de 30 valerosos soldados rodeó una casa, donde supuestamente se encontraban unos peligrosos subversivos.

Esos temidos rebeldes eran dos niños menores de 5 años, su progenitora, un adulto mayor y el padre de la casa. Relató que rodearon la casa, profirieron toda clase de insultos contra estas humildes personas y finalmente asesinaron al padre de familia.

El cadáver se lo llevaron amarrado a un caballo, que le robaron a la víctima y se fueron, no sin antes asaltar la vivienda y robar lo poco de valor que encontraron.

Dentro de su equipaje  cargaron con uno que otro miriñaque producto del hurto, pero también llevaban los sueños frustrados de una familia, de unos niños que se quedaron sin un padre y un jefe de hogar que era el proveedor de una familia humilde, campesina, que después de este traumático hecho, no volvería a ser la misma.

Escenas propias de un cuento de horror, de las cuales el general solo confesó que ser culpable por omisión. Recalcó que varias de estas acciones nunca le fueron informadas por sus subalternos. Declaraciones que no pasaron desapercibidas.

Una de las víctimas, Lady Johana Torres lo increpó y lo conminó a aceptar que por orden suya, fueron asesinados su padre y su hermano, por lo que para ella el oficial no pasa de ser un asesino. Así lo confirmó horas después en declaraciones a la prensa.

En el epílogo de la intervención del general la magistrada le recordó en tres ocasiones, que su lugar en este proceso que adelanta la Justicia Especial para la Paz, no obedece a una omisión, sino a una actuación más directa en varios de estos homicidios.

Ante las peticiones de la magistrada, Torres Escalante asevero que su error fue ser alcahuete y en estos actos atroces. Termino que para la togada confirmaba que el general sí conocía de estos atropellos, porque la palabra en mención es sinónimo de encubrir, y este tipo de actitudes se aplican a acciones ilícitas, no para obras de caridad o cualquier otra acción loable.

En ese momento se hizo un receso. Henry Torres Escalante fue abordado por la medios de comunicación, pero sin vacilaciones dijo que no entregaría declaraciones a la prensa.

Al retomar nuevamente el uso de la palabra manifestó que tal vez por la sobrecarga de cansancio, producto de la extensa diligencia judicial, utilizó la palabra alcahuetear. Vocablo que no aplica para el caso y que lo cambió por permisividad.

Específicamente dijo que cuando se enteró de la situación que estaba sucediendo al interior de la Brigada, fue permisivo. Nunca hizo un llamado de atención, ni tomó cartas en el asunto desde su condición de comandante de la unidad militar.

De todas formas quedan muchos interrogantes sin resolver. Personas que aún siguen desaparecidas, preguntas sin resolver, sin contar con la inconformidad por parte de las víctimas.

Ellos esperan que al final de este tortuoso camino, brille por fin el sol de la verdad y que se despejen las nubes inconsistencias y dudas que aún opacan el camino hacia una justica real, que por el momento debe resolver el laberinto de imprecisiones, que se ciñe sobre las declaraciones del general.

 

 

Leído 👁️ 941 vistas Veces Última modificación el: Jueves, 21 Septiembre 2023 08:06