Jueves, 05 Septiembre 2024 15:26

El colegio de Santa Irene se niega a naufragar en las profundas aguas de la corrupción

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Cada mañana de manera puntual un bote atraca en el muelle construido cerca al colegio de Santa Irene, centro educativo ubicado en una alejada zona rural de Trinidad, donde el olvido se ha convertido en la impronta personal del Estado.

De este medio de transporte fluvial descienden 20 niños provenientes de las veredas aledañas y que deben atravesar el Río Pauto para recibir clases.

Llevan sus maletas llenas de ilusiones que se acomodan en medio de los útiles escolares que los acompañan cada jornada. Tal vez esa esperanza en un mejor devenir los lleva a minimizar el riesgo que corren, cuando desembarcan en el muelle que ha sido presa de la socavación del río.

Otra visión distinta la tiene el rector de la institución educativa, Ómar Garzón. El educador es consciente del peligro que representa el deterioro del muelle, que poco a poco ha venido siento el rigor del socavamiento que ha hecho sobre la estructura las aguas del Pauto.

Para el docente esta situación deja abierta la posibilidad para que ocurra algún accidente, lo que sería muy lamentable. Adicionalmente prevé que si no se toman los correctivos necesarios, a futuro el río podría afectar la planta física del colegio.

Por eso elevó la voz, con la esperanza que su llamado no se disipe con el viento y llegue a oídos del Gobierno departamental o cualquier otra entidad oficial que tenga la potestad para solucionar esta problemática, que a pesar de la gravedad no es ninguna novedad para las autoridades.

Garzón narró que lleva un año insistiendo en este tema, pero hasta el momento la única respuesta fue una sobredosis de corrupción envuelta en una supuesta ejecución de obras, las cuales en el papel se pueden corroborar, pero que en la realidad nunca se realizaron.

“La preocupación mía son los estudiantes. Si por alguna situación sucede un  accidente, uno es el responsable por omisión o por no comentar del hecho o por no decir”, precisó el rector del colegio de Santa Irene.

Para Garzón en el orden de prioridades para solucionar esta problemática, es una intervención inmediata del muelle. El problema radia en el hecho que ya aparecen consignadas unas obras que no se hicieron, lo que impide que nuevamente se designen recursos para un proyecto que figura como ejecutado.

“Uno mira en el papel que se hizo una inversión, pero uno dice, dónde está esa inversión”, acotó el licenciado. Interrogante que también se hace la comunidad y que  deben resolver las autoridades competentes. Es necesario establecer qué pasó en este caso de evidentes irregularidades.

Para el caso del colegio, el presidente de la JAC de la vereda Santa Irene, Johnnecy Vianchá Montilla, dijo que se tenía previsto construir un muro de contención para proteger el muelle y la institución educativa de los embates del Río Pauto.

Sin embargo, el muro no soportó la presión ejercida por la avaricia de siniestros personajes, quienes utilizando como materia prima un cúmulo de irregularidades, fabricaron arietes que no dejaron prosperar la iniciativa y la hicieron naufragar en la profundas aguas de la corrupción.

Dicha propuesta, según Vianchá Montilla, hace parte del contrato que se encuentra en proceso de investigación y que tenía por objeto adelantar la recuperación de puntos críticos afectados por fenómenos naturales, en los municipios de Villanueva, Monterrey y Trinidad.

Estos trabajos se medirían en obras máquina. Su origen se remonta al Decreto 026 de 2023. Eran los tiempos de Casanare. La ejecución se hizo a través del Fondo de la Gestión del Riesgo de Desastres. El monto de este fue de $15.626.154.246. Recurso que salieron del sistema nacional de regalías.

En el caso específico de Trinidad las obras ejecutadas, en teoría, cuentan con una certificación firmada por el entonces alcalde del momento, Jesús Nolberto Monroy Moreno.

Por el momento la situación se encuentra en estado de observación. “Ha venido gente, han mirado, pero no hemos visto que llegue alguien a poner un punto de soldadura, a poner unos tubos o vayan a arreglar una malla”.

Actitud que también es sinónimo de preocupación para el rector, quien manifestó que su comunidad educativa está sola y huérfana porque la mano del Estado también sigue ausente.

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